En aguas del Mediterráneo Oriental, frente a la costa turca, emerge una gran isla, Chipre (la tercera más grande del Mediterráneo) que exhibe el cruce entre las culturas de Oriente y Occidente.
Chipre, la «Isla del Cobre«, también conocida como «Isla de Afrodita» es una auténtica joya del Mediterráneo, un verdadero «paraíso» donde todo impacta: la amabilidad de sus gentes, la belleza de sus paisajes con abruptos acantilados, playas de fina arena blanca y cristalinas aguas turquesa, frondosos bosques de coníferas, cipreses y cedros tapizando sus Montes Troodos, que esconden pintorescos pueblecitos y pequeñas capillas e iglesias con bellísimos frescos; y su riquísimo patrimonio artístico, con asentamientos prehistóricos, ciudades greco-romanas, monasterios e iglesias bizantinas, castillos cruzados, fortificaciones venecianas y recias construcciones otomanas.
La mitología griega sitúa en ella el nacimiento de Afrodita, la diosa del amor y la belleza. En un bello enclave de litoral meridional llamado Petra tou Romiou («Piedra de los Griegos») se halla una playa de guijarros, con aguas cristalinas donde se alzan tres grandes rocas de piedra caliza y allí, sobre una concha tirada por delfines, apareció la joven Afrodita, cuya belleza y seducción dejó atónitos a todos los dioses.
Esta diosa ocupó un lugar de suma importancia en el Olimpo griego. Acerca de su nacimiento existen varias versiones. Una relata que Afrodita fue hija de Zeus y de la diosa Diones; otra es mucho más divertida y nos cuenta que mucho antes de que Zeus dominara el Olimpo, Urano (el cielo) se unió a Gea (la tierra). Cronos, uno de sus hijos, por motivos que no vienen al caso ahora, castró a su padre con una hoz y arrojó los genitales al mar. El divino semen al contacto con el agua se convirtió en espuma, de la que surgió la joven diosa.
En Chipre el culto a la diosa Afrodita es antiquísimo, al ser identificada con Isthar (diosa mesopotámica del amor y la belleza, de la vida y la fertilidad, cuyo culto implicaba la prostitución sagrada) y con Astarté (divinidad fenicia de la fertilidad, la fecundidad y la maternidad). El culto a ambas deidades habría llegado a la isla formando parte del bagaje cultural de los pueblos con los que comerciaba Chipre a lo largo de la Edad de Bronce, y sin duda arraigaron profundamente al reemplazar al culto chipriota ancestral a la Gran Diosa Madre. Por ello no puede extrañar que Chipre albergue los primeros santuarios construidos en honor a Afrodita.
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