Al sur de Jordania, a unos 250 Km de Ammán, en la margen oriental del gran Wadi Araba, que discurre entre el Mar Muerto y el Golfo de Aqaba, hay un lugar en el que grandes montañas y altos cerros separados por profundas gargantas ocultan un valle. Este lugar desértico fue elegido por los nabateos en el siglo IV a. C para crear una ciudad donde la mano del hombre y su ingenio modelaron la naturaleza. En sus riscos y laderas rocosas excavaron tumbas y templos; la convirtieron en capital de su reino e importante ciudad caravanera, a la que llamaron REQEM, y a la que nosotros conocemos por su nombre griego: PETRA.
El origen exacto de los nabateos sigue siendo una incógnita. Se cree que procedían de la Península Arábiga y que tras un período de vida nómada, allá por el siglo IV a.C. se asentaron en Petra. En un principio vivían al aire libre y utilizaban refugios naturales; disponían de una fortaleza natural. Eran pastores que criaban ovejas, cabras y dromedarios, además participaba activamente en el comercio caravanero que se desarrollaba por la región. Eran politeístas y poseían un panteón con innumerables dioses y diosas a los que representaban bajo forma de «betilo», una piedra sagrada de forma rectangular sin adorno ni imagen. Sus lugares de culto eran los «lugares altos», zonas sagradas situadas en la cima de montañas, cerros o colinas. Tras su sedentarización adoptaron usos y costumbres de los pueblos vecinos. La monarquía fue uno de ellos (al parecer existió al menos desde el siglo II a.C.), deidades como Isis, Zeus y Júpiter fueron identificados con sus propios dioses y a sus lugares de culto añadieron el templo para prácticas religiosas.
Con el paso del tiempo (hacia el siglo II a.C.) Petra se convirtió en una importante ciudad caravanera y en la capital del Reino Nabateo, cuyas dimensiones fueron aumentando progresivamente aprovechándose de las crisis internas de los reinos vecinos: el helenístico seléucida y el judío. En el siglo I el reino nabateo se extendía desde el Golfo de Aqaba y el suroeste de la Península Arábiga hasta el Neguev y la Península del Sinaí, y se prolongaba hacia el norte hasta Damasco (es decir, la actual Jordania, parte de Siria, Arabia Saudí, Egipto e Israel). En todo su territorio construyeron ciudades y estaciones caravaneras para controlar el comercio que discurría por él.
En el I a. C. el geógrafo griego Estrabón escribió sobre los «árabes nabateos» y sobre Petra. Ciudad carente de murallas pues las montañas que la rodeaban les servían de defensa. Tenían abundantes rebaños de ovejas, bueyes y dromedarios, cultivaban la tierra y contaban con agua suficiente como para embellecer su ciudad con jardines. Pero su mayor riqueza la obtenían del comercio, pues controlaban las rutas que discurrían entre Oriente y Occidente.
En el año 64 a. C. el ejército romano al mando del general Pompeyo llegó a Próximo Oriente y puso fin al reino helenístico seléucida convirtiéndolo en la provincia de Siria. Petra resistió los ataque romanos y mantuvo formalmente su independencia, aunque se convirtiera en un «reino cliente» colaborador de Roma en la defensa de sus intereses en Oriente. Los siglos I a. C y I d. C. se corresponden con la etapa más importante de su historia, tanto desde el punto de vista económico como cultural, y fue entonces cuando se construyeron o excavaron en la roca los monumentos más emblemáticos de Petra, como el Tesoro (Khazneh), el Teatro Principal, las llamadas Tumbas Reales, el Templo de Qars al-Bint, el Templo de los Leones Alados, el Gran Templo del Sur y ed-Deir (el Monasterio). Los documentos la describen como una ciudad maravillosa, con grandes riquezas y enorme variedad de productos exóticos.
En el año 106 d.C. cuando, tras la muerte del rey Rabell II, el emperador Trajano ordenó la anexión del reino nabateo al Imperio Romano, quedando integrado en la provincia romana de Arabia (Arabia Petreae). Tras su anexión a Roma Petra recibió títulos y honores y fue incluida en la Vía Nova Traijana (la calzada que articulaba el comercio por la nueva provincia). Los gobernadores romanos se trasladaban con frecuencia a Petra e incluso uno de ellos Sextius Florentinus quiso ser enterrado allí, al pie de la gran montaña de al-Khubtha.
La introducción del cristianismo en la ciudad supuso la transformación de algunos de sus monumentos en iglesias (como la Tumba de la Urna y ed-Deir) así como la construcción de otras nuevas: la Iglesia de los Mosaicos, la Capilla Azul y la iglesia bizantina de la Loma. Fue sede de un obispado, lo que nos indica su jerarquía.
En el año 363 un gran terremoto que redujo gran parte de la ciudad a escombros. Durante mucho se ha pensado que esta catástrofe fue la causa del abandono de la ciudad y su fin. Sin embargo excavaciones llevadas a cabo en la Iglesia de los Mosaicos han demostrado que en el siglo VI la ciudad pervivía y siguió haciéndolo bajo el Imperio Bizantino. El comercio caravanero había desaparecido y la economía se basaba fundamentalmente en la agricultura.
Tras la conquista musulmana, Petra desapareció como tal ciudad, tan sólo algunas familias siguieron viviendo junto a los restos derruidos de algunos de sus importantes edificios.
Cuando comenzaron las Cruzadas, Petra pasó a llamarse Wadi Musa, el «Valle de Moisés» debido a que los cristianos relacionaron este lugar con uno de los puntos recorridos por los judíos conducidos por Moisés durante el Éxodo. Esto dio lugar a numerosas leyendas:
- Una contaba que el desfiladero por el que se accede a Petra (Siq) se abrió tras golpear Moisés (el profeta) la montaña con su vara.
- Una montaña cercana Jebel Haroun se convirtió en el lugar donde fue enterrado Aarón, el hermano de Moisés.
Los cruzados construyeron una pequeña fortaleza (al-Wueirah) para controlar y defender el acceso a Petra por el este, y poco después otra en el interior de la ciudad (en la montaña denominada al-Habis) pero ninguna de ellas desempeñó un papel militar destacable en ninguna Cruzada.
Finalmente, Saladino (Salah ed-Din) derrotó al ejercito cristiano y la antigua ciudad quedó totalmente abandonada a comienzos del siglo XII. Un siglo después el sultán mameluco Baybars realizó un viaje desde El Cairo a la antigua fortaleza cruzada de al-Karak (1276) y su ejército atravesó un recóndito lugar situado entre montañas escarpadas con innumerables tumbas y restos de piedras y columnas caídas. El abandono y el paso del tiempo habían convertido Petra en un montón de ruinas desconocidas. Apartada de los nuevos itinerarios de caravanas y también de las rutas de peregrinaje a La Meca, Petra permaneció desierta y olvidada, hasta que muchos siglos después volviera a estar habitada por árabes beduinos.
Si te interesa la historia de Petra en la WEB de Viajes Próximo Oriente encontrarás los itinerarios de nuestros Viajes de Autor a Jordania. Quizás tengamos los únicos circuitos que están dos días enteros en Petra para descubrirla a fondo.