Para algunas personas, la medicina tradicional y la natural son opuestas en todo sentido, considerando que la primera depende única y exclusivamente de la ciencia, y la otra, nace de la tradición oral y, en muchos casos, de la superstición.
Ambos, son tratamientos diseñados para el tratamiento de la mente, con la salvedad de que la meditación se enfoca en la respiración y el control de los pensamientos, y la aromaterapia se aprovecha además de las propiedades de los aceites esenciales.
Sin embargo, y aunque siempre es recomendado e importante consultar al médico de cabecera, la realidad es que diversos estudios proponen una importante relación entre la salud mental y la salud física.
El tratamiento con placebos, por ejemplo, ha demostrado que, en algunos casos, con un paciente que está plenamente convencido de que el tratamiento va a aliviar su enfermedad, existe una verdadera remisión en los síntomas.
No es lo más común, pero sin embargo, se han documentado suficientes ocurrencias para teorizar acerca del papel fundamental que tiene la mente (el positivismo y la tranquilidad) en el proceso de curación de una enfermedad.
Y la medicina natural depende en cierta medida de esta idea, de ahí el nacimiento de tratamientos como la meditación y la aromaterapia.
Usos de la medicina natural como complemento de tratamientos tradicionales
Una de las áreas médicas que hace uso de la medicina natural como parte de su tratamiento es la fisioterapia. Más de un fisioterapeuta podemos encontrar que utilice tratamientos a base de aceites esenciales, para facilitar y acelerar el tratamiento de una dolencia.
El efecto de los aceites esenciales sobre el organismo se debe a la interacción de algunas de las moléculas que los componen, con ciertos receptores (neuronales o enzimáticos), generando respuestas bioquímicas que desencadenan un efecto terapéutico.
La realidad detrás de la medicina natural
Muchos medicamentos sintéticos, aquellos producidos en masa en un laboratorio, fueron, de hecho, inspirados en compuestos químicos, obtenidos de material natural.
La diferencia entre éstos y el tratamiento con la planta en sí misma, como propone la medicina natural, es el método de consumo (una píldora, inyección o jarabe; o una infusión, por ejemplo), las cantidades requeridas, y el tiempo de tratamiento.
En ocasiones, la sinergia entre el tratamiento tradicional y el natural permite obtener resultados más eficaces en un menor tiempo.
Por ejemplo, la endodoncia, o el dolor de muelas, así como la jaqueca, los dolores musculares o incluso malestares de gripe, pueden aliviarse mientras se obtiene un tratamiento adecuado, con aceites esenciales.
Algunos de éstos tienen propiedades antibacterianas, antiinflamatorias y analgésicas, como el clavo de olor, la canela o la menta.
La realidad acerca del uso de aceites esenciales durante el embarazo
Como en todo lo relacionado con la medicina alternativa o natural, existen muchos mitos y desconocimiento, lo cual puede ocasionar el uso irresponsable e inapropiado de la misma. Es importante considerar que, como todo tratamiento tradicional, los tratamientos alternativos también presentan efectos adversos.
Durante el embarazo, por ejemplo, la mujer puede vivir momentos de gran angustia, dolor y estrés, y muchas embarazadas buscan mecanismos naturales para lidiar con tales circunstancias. Más aún aquellas madres que han tenido dificultades para concebir o que tienen un embarazo de alto riesgo.
Una de las técnicas utilizadas es la aromaterapia, en cualquiera de sus variantes. No obstante, algunos expertos, como los que trabajan para la clínica de fecundación in vitro Marbella, recomiendan considerar lo siguiente:
No todos los aceites esenciales son recomendables durante el embarazo, mientras que algunos sólo se recomiendan durante ciertos períodos. Esto, debido a que algunos de los componentes químicos de los aceites pueden afectar al feto o a la placenta, poniendo en peligro el embarazo.
Sin embargo, ciertos aceites son recomendables para ayudar a la madre a sobrellevar esa etapa tan especial, como por ejemplo el aceite de lavanda fina (angustifolia), el azahar o la rosa. Siempre, bajo el aval y la recomendación del médico de cabecera o ginecólogo de turno.